sábado, 15 de agosto de 2015

Rituales "a la carta"




Es jueves y necesito desconectar de mis muros. 

Voy a una cafetería con mis transcripciones para así sentirme arropada de "algo" con lo que poder interactuar en esa soledad. Y mientras leo y voy bebiendo mi té no paro de escuchar el ruido de una cucharilla dando vueltas dentro de - lo que imagino- es una taza de café. Pienso: ya debe parar, ya le ha dado miles de vueltas. Pero no. Sigue, sigue, sigue... 

Pierdo toda mi concentración y miro hacia atrás. Veo a un chico, solo como yo, pero que en vez de acompañarse por transcripciones, se acompaña por el movimiento incesante de la cucharilla dando vueltas y vueltas dentro del café.

Os aseguro que todo el azúcar se disolvió perfectamente... pero éste no era el objetivo. Lo que pasaba delante de mis narices (bueno, rectifico, detrás de mi espalda) era un bello ritual.

Los rituales son más necesarios de lo que a priori nos pueden parecer. Los rituales han sido siempre clave en las sociedades y los ritos de paso altamente relevantes: el pasar de un estado a otro, de una edad a otra, de un estatus a otro o incluso de un plano a otro. Rituales de matrimonio, de ruptura, de ascenso laboral, de muerte. Rituales de transformación. Tan necesarios para cerrar puertas para luego volver a abrir ventanas....  Tanto que no nos damos cuenta y pensamos que nosotros no necesitamos esas "chorradas".

Hace poco hablaba con varias amigas sobre el tema de las separaciones. Sobre dos casos distintos pero con un elemento en común: esas parejas separadas no habían redactado su convenio de separación, mantenían una separación verbal, acuerdos entre ellos pero sin ningún "papel" o "firma" de por medio. Y, curiosamente, en ambos casos la persona que menos de acuerdo estaba con la separación no estaba siendo capaz de "cerrar" la puerta, mantenía esperanza de retorno a través de múltiples actos y acciones... ¿Por qué? Pues porque no ha habido un cierre simbólico o rito de paso. Por mucho que se haya hablado, el paso de una situación a otra no se ha acompañado de manera "ritual", con lo cual la esperanza  sigue ahí y, lo que es peor, la agonía de creer poder recuperar lo perdido, el no ser capaz de cambiar de "estado" para seguir mirando hacia delante (y no hacia atrás).

Hoy en día, hay tantos rituales que seguimos y de los que no nos damos cuenta... Lo único que, desde mi humilde opinión, estamos avanzando de cada vez más a rituales más individuales y menos compartidos socialmente. Rituales más adaptados a nuestros gustos: "rituales a la carta".

Un ejemplo básico, clásico y tópico: las bodas.


Tradicionalmente las bodas se establecían bajo un ritual muy claro, casi rígido. Se seguían unas pautas comunes y aprendidas socialmente, de tal modo que ya todos sabemos qué va a pasar en cada momento (ahora viene el novio, la novia llega más tarde, el vestido tiene que ser blanco, el maquillaje discreto y virginal, un cura lee un texto, ellos dan el "sí quiero", tiran el arroz, se cortan la corbata, "que la madre de la novia bese al padre del novio", etc, etc...)

Pues bien, de cada vez más - también por la imparable tendencia de querer ser diferentes a la masa, querer mostrar nuestra "originalidad" - estos rituales de unión reciben múltiples modificaciones:

a) La entrada a la iglesia (o juzgado): ¿quién no ha visto vídeos en Youtube sobre vídeos de cómo la novia y el novio van bailando a ritmo de esa canción con la que se conocieron? Oh! qué original, qué divertido...
b) El vestido de novia: ha sufrido miles de adaptaciones (y no hablo del blanco roto). De hecho ahora la última moda es casarse con un vestido de novia de color rosa, azul o incluso estampado con los dibujos de tus niños (como el caso de Angelina Jolie)... 

c) Porque claro... ahora nos casamos muchas veces después de haber tenido niños... algo que igualmente rompe el rito clásico
d) ¿Y las bodas ibicencas? ¿A quién no le han invitado a una boda en la playa donde todos los invitados deben ir de blanco? Algo que rompe todos los códigos tradicionales ya que sólo la novia podía ir de blanco y era una falta de respeto utilizar dicho color.

Aquí podría dar un largo etcétera de modificaciones en el ritual clásico. Pero serían tantas que el post se convertiría en monotemático, así que prefiero dejar pensar al que quiera - como ejercicio - en todas esas alteraciones de la última boda en que ha asistido. Todas esas "originalidades" o "excentricidades" que hemos visto.

Pero en el fondo da igual. Nuestra sociedad permite y alienta estas alteraciones. Los rituales de cada vez más están hechos a la medida de cada uno, según sus gustos, su capacidad expresiva y su sensibilidad. Lo que no se modifica es la necesidad de un rito de paso. Sea el vestido del color que sea, te guste el country o el Ave María de Schubert, te guste el café o el té, te pongas tacones o bailarinas para salir de noche... da igual la forma. .

Necesitamos ritos de paso. Necesitamos cerrar para abrir. Necesitamos poner fin a cosas que no funcionan, que sabemos que no avanzan, que nos perjudican... para avanzar. Para dejar paso a que pasen otras nuevas. Y para ello necesitamos acompañarnos de ejercicios simbólicos que sirvan como recordatorio de ese cambio de estado.

También necesitamos ritos para acciones más simples y cotidianas como prepararnos a la hora de hacer algo, de tomar una decisión, de empezar el día.  Ese café antes de ponernos a trabajar (que para otros será un té o incluso un cigarro), esa cerveza con los compañeros después de acabar una jornada laboral.

De igual modo que por cuestiones físicas y de higiene debemos "enterrar" a nuestros seres queridos, debemos despedirnos y cerrar capítulo. Recordar, llorar y agradecer por todos esos momentos a su lado. De igual modo necesitamos cerrar otros temas ya sean de índole sentimental, físico o laboral. Y para ello nos ayudamos de estos ritos, muchas veces tan tan simples, cotidianos. 


El chico solitario del café no era consciente de su ritual. Tampoco será consciente de todo lo que me inspiró por su acto - en principio molesto -. El chico solitario del café estaba preparándose con su mantra propio para afrontar el día y sólo paró de dar vueltas a la cucharilla en ese preciso momento en que sintió que ya estaba preparado para dar el siguiente paso.


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